Ya no le teme al temor,
ni a mirarse en el espejo…
sigue temiendo al mar,
por respeto, no por miedo.
Lejos escuchaba voces
que gritaban y hacían eco.
¡La culpa es de la golondrina!,
por haber volado alto
dejando todo a su suerte
y olvidando el qué dirán.
Yo digo que se equivocan,
no es culpable, es valiente;
si arriesgó todo, a su suerte,
tuvo que ser por cansancio
por hastío de un diario
que provocó la partida.
Ya logró cerrar la herida,
no va en sentido opuesto,
canta canciones de amor.
Ya no le teme al temor.
Va liviana, va y no cesa,
ya no esconde la cabeza
ni teme contar verdades
ni a vivir, entre vuelo y libertad.
Quizás vuelva en primavera
cuando el sol alumbra el canto
cuando esté listo el jardín
para otra vez hacer nido;
en soledad va anidando,
va aprendiendo, va despacio.
Yaneli Morales.