
A mi abuela nunca le importó ser despreciada por haberse casado con un blanco, no le importó que luego sus mismos hijos la despreciaran por luchar por su felicidad.
No le importó ni el capitalismo ni el comunismo y siempre fue una mujer próspera.
Con toda la fe puesta en el Corazón de Jesús, en su Santa Bárbara y su San Lázaro.
Mi abuela tiene 97 años y hace dos días, precisamente por su cumpleaños, escuché sus ganas aún de vivir.
Porque los grandes siempre han tenido el control sobre los pequeños, pero los pequeños que han sabido crecerse ante no matter what, no creen en grandes.
Creen en Dios que tiene el control.
Porque las bendiciones no son terrenales y eso lo aprendí de mi abuela.
Pero hay que trabajar, enfocarse y dejar el miedo en la gaveta, en la misma gaveta dónde se guardan las balas.
Yaneli Morales