Entiende, el problema no es que tropieces con la piedra, te caigas, te rompa los zapatos y te raspes las rodillas, el detalle está en que te encariñas con la piedra y le coges el gusto a tropezar una y otra vez.
Y sabes que la piedra no tiene nada que darte excepto caídas y más caídas pero no te sientes merecedora de otra cosa.
Sientes que estás destinada al sufrimiento, que has sido elegida por Dios para tropezar y pelear batallas.
Déjame saber en qué momento de tu vida alguien te hizo creer semejante estupidez.
La buena noticia es que tú tienes la opción de levantarte, quitar la piedra del camino y seguir adelante.
Quizás la piedra es pesada y es más fácil tropezar con ella que cargarla. En ese caso, busca ayuda.
Todos andan en busca del gran tesoro y la mayoría olvida dónde guarda la autoestima.
La autoestima no es un concepto, ni una descripción gráfica de algo. Sencillamente es tu yo, con tus listones y sobre todo con tu dignidad.
Es tu yin yang y también son las respuestas correctas que no te harán padecer de depresión, de lamentos. Es tu verbo, tu sabiduría y tus cicatrices a flor de piel. Tu saber estar y tu saber dónde no quieres estar.
Tu autoestima no es tu virginidad que tienes que cuidarla si no por el contrario tu curriculum con años de experiencia. Es tu anillo de compromiso, para contigo mismo. Para mantener el orden y la paz en un mundo que se cae a pedazos por seguir modas y caudillos.
Es la crema que te humecta la piel y deja un aroma agradable. No cabe en un bolso pero si en tu cerebro. Tampoco cabe en un bolsillo. Porque eres tú multiplicado por un infinito de oportunidades y a la misma vez por uno.
El tesoro que no encuentras está dentro de ti, esperando por ti.
A veces uno olvida por qué empezó porque las circunstancias cambian y uno cambia y el entorno se vuelve más apacible.
Incluso vas entendiendo que la vida no castiga.
A veces uno olvida las malas jugadas, los desamores, las frustraciones y el enojo.
A ratos recuerdas de dónde saliste pero no se pone uno a meditar cuánto ha caminado para encontrar ese pedazo de paz que no tiene precio.
Pero lo que sí nunca se debe olvidar es que el hoy es un día menos.
Ese es el motor. ¡Hoy es un día menos!
Un día menos que tenemos para disfrutar esa taza de té 🍵 o café ☕️ que tanto nos gusta, para oler la tierra mojada y esos frijoles que vamos dejando para una ocasión especial.
Un día menos para lucir esa braguita que tienes guardada y el perfume que no quieres que se acabe para no verte en la obligación de comprar otro porque es tu favorito.
Y los sueños en una gaveta que no se abre buscando justificación una tras otra. Para no moverte, para no forzarte a salir de tu zona de confort.
Pero sabes qué, va a ver un período de tu vida que recordarás que hoy era un día menos donde tenías que haber hecho mucho más.
En esos días la mayoría se arrepiente de haber usado la expresión continuamente, «es un día a la vez».
Porque no es un día a la vez. Es una vida para vivirla. A plenitud. Con la esperanza de que es un día menos pero con el favor de Dios serán muchos muchos muchos días por restar.
A mi abuela nunca le importó ser despreciada por haberse casado con un blanco, no le importó que luego sus mismos hijos la despreciaran por luchar por su felicidad.
No le importó ni el capitalismo ni el comunismo y siempre fue una mujer próspera.
Con toda la fe puesta en el Corazón de Jesús, en su Santa Bárbara y su San Lázaro.
Mi abuela tiene 97 años y hace dos días, precisamente por su cumpleaños, escuché sus ganas aún de vivir.
Porque los grandes siempre han tenido el control sobre los pequeños, pero los pequeños que han sabido crecerse ante no matter what, no creen en grandes.
Creen en Dios que tiene el control.
Porque las bendiciones no son terrenales y eso lo aprendí de mi abuela.
Pero hay que trabajar, enfocarse y dejar el miedo en la gaveta, en la misma gaveta dónde se guardan las balas.
Cuando hablamos del perdón; y yo no soy profesional en el tema, creo que se hace desde la semántica pero no desde la realidad.
Así resulta que el significado de «perdonar» es el de «seguir dando», lo cual alude implícitamente a la experiencia, tan esencial para los humanos, de no tomar en cuenta el mal recibido ni buscar venganza, porque todos cometemos faltas y necesitamos indulgencia.
Pero seguir dando es demasiado amplio, demasiado dadivoso.
Aquí entra la pregunta, ¿el perdón es para los demás o para nosotros mismos?
Porque si se trata de elegir yo merezco, yo merezco seguir dándome nuevas oportunidades, nuevas experiencias, nuevos viajes, nuevas amistades.
No elijo la venganza pero tampoco elijo seguir dando vueltas en un círculo vicioso.
El meollo es diferenciar entre una equivocación; que todos cometemos, y una actitud perenne y obsesiva de los demás en destruir nuestra calma, nuestra fe, nuestra felicidad.
Y si bien ese poder solo uno mismo puede conferirlo, el ensañamiento es penado hasta por el código penal.
Para concluir, no tomar en cuenta el mal recibido, es rechazar la lección.
Eso significa que si no aprendemos de la lección, se nos volverá a repetir. Porque una cosa es lo que dicen los humanos, otras; muy diferentes, son las leyes del Universo.
En este punto aún sigo confundida entre la semántica del perdón y la realidad sobre perdonar.
A lo único que me niego de cualquier manera es a seguir dando segundas oportunidades.
Esas por experiencias personales sé que son una pérdida de tiempo.
El único consejo que les voy a dar como cubana que tiene la bendición de Dios y tiene habilidades para escribir a mis hermanos cubanos de la Isla , es que dejen de creer en caudillos, en políticos y en Influencers de pacotilla.
Mi consejo es que se apeguen a las ideas y sobre todo a una forma de vida que se llama libertad 🗽
Cuando el pueblo cubano en su totalidad entienda esto, grandes cosas Dios nos tiene reservadas.
Pero es con Dios, no con religiones, mucho menos con falsos profetas.
Las ideas son las únicas que logran que una masa se mueva hacia el cambio.
Ahora mismo estamos en un proceso de cambio fraude y todos estamos perdidos; excepto la dictadura y sus cómplices, por supuesto.
La marea no está ahora mismo para actuar porque una vez más nos tomaron la delantera.
Pero las aguas volverán a su nivel y entonces es cuando hay que aferrarse a la idea de que si se cree, se crea.
Yo tengo la confianza de que sucederá en estos próximos cinco años.
Porque vienen tiempos muy duros y de muchos cambios.
Cuando lees los comentarios en las redes sociales acerca de un tema Hot 🔥 te das cuenta que la realidad como tal no existe, existe una percepción basada en nuestra realidad, en lo que hemos vivido.
Es interesante, muy interesante.
Entonces la conclusión es que no se puede vivir para tener la razón porque ahí siempre vamos a perder.
La razón no tiene razón de ser, valga la redundancia. Exponer tu punto basado en lo vivido ya es harina de otro costal.
La pasión nos puede pero el círculo vicioso nos delata.
Hay que ir comprendiendo y tener empatía, aunque eso no significa que vayamos como veletas.
Da un poco de tranquilidad, es todo.
Al final la vida si tiene un manual de instrucciones, es bonito irlo descifrando día tras día.
En el primer capítulo te enseña a leer, a escuchar y a guardar silencio.
Leer es puerta que se abre para nutrirte de conocimientos y experiencias que no necesariamente tienes que haber vivido.
Escuchar es la llave que abre la puerta a discernir entre lo bueno y lo malo.
El silencio es el camino que te lleva a encontrar todas las respuestas que tanto le pides a la vida.
Es el mismo manual para todos, pero como con la biblia, cada quien según sus vivencias, le dará su interpretación.
Lo importante es vivir de cualquier forma. Con sus días grises, con sus lunes, con sus lunas llenas.
Hoy le pido a los Reyes Magos que nos traigan de vuelta el decoro. Ese que se nos ha perdido.
Vivimos en una sociedad donde creemos que vamos alcanzando el desarrollo pero cada día existe menos respeto.
No basta con aparentar buenos modales, tener un IPhone inteligente y un léxico impoluto, si detrás de toda esa parafernalia se pierde lo básico, el saber ser parte, ser leal incluso fiel.
Ya casi nada tiene valor, todo tiene un precio. Hasta cierto punto está bien porque es alcanzable, pero desde otro ángulo, se pierde lo que era casi divino.
No son los años, son los hechos lo que me llevan a casi asegurar que la cultura occidental está muy perdida.
Como decían en mi país, estamos confundiendo la libertad con libertinaje. Y muy descaradamente.
También entiendo que el respeto conlleva un grado de sumisión que con los egos tan desmedidos de hoy en día, se riñen como perros y gatos.
Pero que elegante cuando se hablaba al oído y se hacía un esfuerzo al menos por entender al otro.
Que seductor aquellos tiempos cuando sabías que podías confiar en la palabra de las personas sin contratos de por medio.
Hay que adaptarse a los nuevos tiempos dicen.
Yo seguiré con mis añoranzas y que los nuevos tiempos se adapten a mis protestas y a mis sentimientos encontrados.
Yo seguiré venerando y pidiendo por más miramientos, menos ego.
Más libertad, más consideración.
De cualquier manera me quedo con las palabras de nuestro querido Apóstol José Martí.
«Hay hombres que viven contentos aunque vivan sin decoro. Hay otros que padecen como en agonía cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor. En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana.»
¿Alguna vez se han dado cuenta de cómo en las Escrituras los hombres siempre suben a las montañas para encontrarse con el Señor?
Sin embargo, en las Escrituras casi nunca se habla de mujeres que van a las montañas. Pero sabemos por qué, ¿verdad?
Porque las mujeres estaban muy ocupadas en mantener la vida en marcha; no podían abandonar a los bebés, comidas, hogares, fuegos, jardines, y mil responsabilidades para subir a las montañas!
Estaba hablando con una amiga el otro día, diciendo que como mujer moderna me siento como si nunca estuviera lo suficientemente «libre» de mis responsabilidades, nunca encuentro un espacio lo suficientemente tranquilo para encontrarme con Dios.
Su respuesta me sorprendió, “Por eso Dios viene a las mujeres. Los hombres tienen que escalar la montaña para encontrarse con Dios, pero Dios viene a las mujeres dondequiera que ellas estén. ”
He estado reflexionando en sus palabras durante semanas y he buscado mi Biblia para ver si lo que ella dijo es verdad. Dios viene a las mujeres donde ellas están, cuando están haciendo su ordinario Trabajo diario.
Él se encuentra con ellas en el pozo, donde sacan agua para sus familias, en sus hogares, en sus cocinas, en sus jardines.
Él viene a ellas mientras se sientan junto a lechos de enfermos, mientras dan a luz, cuidado de los ancianos, y realizan los ritos de duelo y entierro necesarios.
Incluso en la tumba vacía, María fue la primera en presenciar la resurrección de Cristo, ella estaba allí porque estaba haciendo la tarea femenina de preparar adecuadamente el cuerpo de Cristo para el entierro.
En estas aparentemente mundanas y tareas ordinarias, estas mujeres de las Escrituras se encontraron cara a cara con la divinidad.
Así que, como yo, alguna vez empiezas a lamentarte del hecho de que no tienes tanto tiempo para pasar en las montañas con Dios como te gustaría. Recuerda, Dios viene a las mujeres. Él sabe dónde estamos y las cargas que llevamos. Él nos ve, y si abrimos los ojos y el corazón lo veremos, incluso en los lugares más ordinarios y en las cosas más ordinarias.
Él vive. Y está usando un tiempo como este para hablar con mujeres de todo el mundo.
A veces inventamos enemigos para no aceptar nuestra lucha constante contra nosotros mismos.
Es obvio que no somos moneda de oro para caerle bien a todos y que el mal existe, pero eso no justifica nuestra ilógica lucha.
Esa lucha donde queremos superar a todos sin reparar en nosotros. Es daniño, muy daniño.
Observo una y otra vez comportamientos de autodestrucción, porque en el fondo, culpar constantemente a los demás por nuestros «infortunios», es una batalla que solo conduce al resquebrajamiento de nuestra autoestima.
La competencia es saludable, muy saludable, siempre y cuando el foco sea crecer, no destruir.
Recuerde que la obsesión por ser el mejor ha llegado a matar en innumerables ocasiones.
Eso deja de ser saludable y se convierte en enfermizo.
Entonces una vez nos tenemos que remitir al equilibrio. El equilibrio entre seguir hacia adelante sin que nos robe la paz.
La pregunta es: ¿cuántos enemigos necesitas?
Entre menos capaz seas, más enemigos vas a necesitar. Ellos son tu gasolina.
Mañana es lunes y quizás este escrito te sirva para empezar a amarte un poco más y enterrar el odio por tus «enemigos».