A veces inventamos enemigos para no aceptar nuestra lucha constante contra nosotros mismos.
Es obvio que no somos moneda de oro para caerle bien a todos y que el mal existe, pero eso no justifica nuestra ilógica lucha.
Esa lucha donde queremos superar a todos sin reparar en nosotros. Es daniño, muy daniño.
Observo una y otra vez comportamientos de autodestrucción, porque en el fondo, culpar constantemente a los demás por nuestros «infortunios», es una batalla que solo conduce al resquebrajamiento de nuestra autoestima.
La competencia es saludable, muy saludable, siempre y cuando el foco sea crecer, no destruir.
Recuerde que la obsesión por ser el mejor ha llegado a matar en innumerables ocasiones.
Eso deja de ser saludable y se convierte en enfermizo.
Entonces una vez nos tenemos que remitir al equilibrio. El equilibrio entre seguir hacia adelante sin que nos robe la paz.
La pregunta es: ¿cuántos enemigos necesitas?
Entre menos capaz seas, más enemigos vas a necesitar. Ellos son tu gasolina.
Mañana es lunes y quizás este escrito te sirva para empezar a amarte un poco más y enterrar el odio por tus «enemigos».
Un consejo de amiga.
Yaneli Morales