Reflexiones

Una noche de noviembre.

Sola en esta nueva primavera, humedeciendo mis ganas, sentada ante lo inmenso del mar me pregunto si luchar por el amor es nadar a contracorriente. La lucha no está en demostrar lo que uno siente, es que desafortunadamente nos han inculcado falsas ideas; tan falsas como insensibles, y esas falsas ideas a lo único que nos conducen es a temer y a perdernos en el laberinto para nunca alcanzar una vida plena.

 

Lo conocí en una noche de noviembre, era una noche fría, más fría de lo habitual para esas fechas, pero sentía tanto calor y refugio en la nueva compañía, que poco a poco olvidaba el termómetro. El corazón se iba acelerando y algo me decía que había encontrado al hombre con el que deseaba vivir mi vida. Dicen que no se puede tener todo pero yo no creo en esos conceptos, me lancé a por todas. Él era un joven apuesto, pero no creía en el amor, ni en sí mismo. Era un elegante marino mercante que de puerto en puerto va, esparciendo penas.

 

En apenas dos minutos de conversación el mundo hacía fuerza para juntar nuestras bocas, otra vez había que esperar; hay que esperar al tiempo establecido por los falsos conceptos no vaya a ser que piensen otra cosa. De repente una pregunta cortó todo lo maravilloso que había sucedido en aquellos 35 minutos, justo antes de bailar lo que pudo haber sido “ nuestra canción de amor”, preguntó con un despecho maloliente, ¿ por qué me has escogido?. Él leía el amor en la mirada, o al menos las ganas. Yo sólo quería vivir sin mirar el reloj. Yo sabía desde que aquel momento que el amor no duele y que nos regalaron un corazón para sentirlo y un alma para llenarla de recuerdos. Se despidió con un beso en la mejilla seguro de que abandonaba lo que más le había pedido a la vida.

 

Pero el amor no se pide, el amor hay que esperarlo con los brazos abiertos y estar vacío para llenarse de él.

El amor lo único malo que tiene, es que no sabemos vivirlo.

 

Yaneli Morales

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